Por: Karito Pusitanelle
Psicóloga social
“Uno no alcanza la iluminación fantaseando con la luz, sino haciendo consciente de la oscuridad” Carl Gustav Jung. Con esta frase nos invita a reflexionar, un aspecto esencial de la experiencia humana: la necesidad de mirar hacia adentro, hacia todo aquello que evitamos o nos produce miedo, para encontrar la verdadera transformación.
En la psicología social, podemos observar cómo muchas personas buscan la felicidad o el cambio mirando hacia afuera, esperando que el mundo exterior le de la paz que tanto anhelan. Pero la realidad es que este viaje comienza en uno mismo.
La oscuridad que nombra Jung no es algo que deba asustarnos. Representa nuestras heridas, nuestros miedos, las inseguridades que, en lugar de enfrentar, muchas veces la guardamos bajo una falsa capa de optimismo .
En el día a día, esta actitud puede observarse en quienes intentan “superar” los problemas, sin transitarlos. Saltan rápidamente hacia las soluciones superficiales, lejos de sanar, aumentan el malestar. Pero ¿Qué ocurre cuando decidimos detenernos y mirar esa oscuridad de frente?
Es un acto de valentía.
Es aceptar que, somos humanos imperfectos y que eso esta bien. En el momento que nos damos el permiso de explorar esas partes de nosotros mismos que nos duelen , nos abrimos también a la posibilidad de transformarlas.
Y no solo eso: al integrar nuestras sombras aprendemos a ser compasivo con nosotros mismos, dejando de lado el juicio que tantas veces nos congela. Este autoconocimiento es el primer paso hacia una verdadera evolución.
La transformación, no ocurre en soledad. cada pequeño cambio que logramos a nivel individual, repercute en quienes nos rodean. Cuando nos atrevemos a mostrar muestra vulnerabilidad, damos permiso a los otros de hacer lo mismo.
Cuando aceptamos nuestras sombras, dejamos de proyectarlas en los demás. Y así, se crea una gran red de crecimiento colectivo, que desafía los paradigmas actuales de superficialidad y apariencias.
La luz que tanto buscamos, no se encuentra en las metas que alcanzamos, ni en los aplausos que recibimos. Esta en el acto valiente de abrazar nuestra oscuridad, de escuchar esas partes internas que a veces gritan en silencio, pidiendo ser escuchadas. Porque, cuando nos atrevemos a descender a nuestras propias profundidades , podemos resurgir con una luz qué no es prestada, ni fugaz , sino nuestra, genuina y permanente.
Te incentivo a hacer una pausa. A preguntarte ¿Cuáles son los aspectos de mí mismo, que estoy evitando? ¿Qué miedos me impiden avanzar? No se trata de enfrentarlos con rigidez, sino con amor y paciencia.
Este es el verdadero acto de coraje: trasformar el dolor en aprendizaje, la sombra en fuerza y la oscuridad en luz . Y, en ese proceso recordar que no estás solo. Somos una humanidad, en la búsqueda de evolucionar.
Juntos podemos construir un mundo más empático y pleno.