Como seres humanos somos profundamente emocionales. No caminamos por el mundo solo guiados por la lógica o la razón, sino por una amplia mezcla de emociones que nos impulsan, nos frenan, nos alteran o nos calman. Entender nuestras emociones y saber gestionarlas es la clave para vivir de una manera más libre y consciente.
Cada emoción tiene un significado profundo, por ejemplo, la ira nos puede mostrar una injusticia o un límite traspasado, el miedo nos alerta de un posible peligro o enfrentar a lo desconocido, la alegría nos conecta con lo que nos satisface, la tristeza nos invita a procesar lo perdido, la vergüenza nos indica un choque con nuestras normas sociales o personales y la ansiedad nos prepara para lo que percibirlos como amenaza futura. Ninguna emoción es buena o mala, simplemente son, pero todas tienen el poder de controlarnos si no sabemos leerlas y gestionarlas adecuadamente.
En este proceso de aprender a gestionar las emociones la inteligencia emocional, concepto desarrollado por el Psicólogo Daniel Goleman, juega un papel fundamental. No se trata sólo de reconocer nuestras emociones sino también de saber cómo relacionamos ante ellas ¿por qué ante una situación similar unas veces reaccionamos con miedo y otras con ira? ¿qué nos pasa cuando nos sentimos desganado o ansiosos? Estas son preguntas que, si no aprenderemos a responder, nos pueden llevar a vivir en un espiral de reacciones automáticas que nos controlan.
Es en la autoconciencia donde empieza la verdadera libertad emocional. Saber identificar qué sentimos en cada momento nos permite tomar decisiones conscientes sobre cómo reaccionar.
Cuando reconozco que lo que siento es miedo, puedo preguntarme si ese temor está justif8cado o si es una repuesta automática que no me sirve. Cuando detecto la ira puedo reflexionar si es el momento adecuado para expresarla o si es mejor manejarla de otra manera.
También al aprender a gestionar nuestras emociones, somos capaces de comprender mejor las emociones del otro. Nos volvemos más empáticos, lo que da valor a nuestras relaciones personales y sociales. Somos seres interconectados y nuestras emociones impactan a quienes nos rodean, tanto como las emociones de otros nos impactan a nosotros.
En un mundo que muchas veces nos empuja a ignorar nuestras emociones o a reprimidas, el verdadero desafío es aprender a integrarlas. No se trata de huir de la tristeza, el miedo o el enojo, sino saber cuándo y cómo expresarlas. De esta manera, al hacernos responsables de nuestras emociones, nos libera de ser esclavos de ellas. No es tarea fácil, pero es un camino que nos conduce hacia una vida más plena y auténtica.
Ser emocionalmente libres, significa vivir en paz con nuestra naturaleza emocional, reconocerla, abrazarla y gestionarla de manera que sirva para nuestro bienestar y el de quienes nos rodean.