Por: Karito Pusitanelle- Psicóloga social
A lo largo de mi vida, siempre me cuestionaba cómo las personas, incluyéndome, nos ponemos máscaras y asumimos roles para adaptarnos a las expectativas de los demás. Como psicóloga social, observo como esta tendencia no sólo es común, sino casi necesario en la sociedad.
En lugar de vivir conforme a lo que somos, vivimos para “parecer” lo que otros esperan.
En la vida cotidiana, esta dinámica se manifiesta de distintas maneras. En nuestro trabajo, nos ajustamos al rol que se espera de nosotros: eficientes, competentes, seguros.
En las reuniones sociales, arrojamos una imagen de éxito y felicidad continua, aunque en nuestro interior luchamos con dudas e inseguridades.
Redes Sociales.
Las redes sociales exacerban este fenómeno a niveles impensados. Acá todos somos versiones mejoradas de nosotros mismos, más felices, más bellos, más exitosos. Pero ¿a qué precio?
La presión por encajar en estereotipos, por cumplir con las reglas de éxito y felicidad que nos dictan, nos aleja de nuestra verdadera esencia, nuestro verdadero Yo.
Nos convertimos en grandes actores de ciencia ficción de nuestra propia vida, llevando a cabo un papel que muchas ocasiones nos se alinea con lo que realmente somos o sentimos.
Este desequilibrio puede llevarnos a una sensación de vacío, de desconexión con nuestro ser real.
El verdadero yo, ese que está plantado, enraizado en nuestras emociones más profundas, en nuestros valores y desea más genuinos, queda silenciado. Lo escondemos detrás de máscaras que nos protege de la desaprobación, del juicio, del rechazo. Aunque esta máscara nos da una sensación de seguridad también nos encierra, nos aísla de los demás y lo más importante de nosotros mismos.
Ser uno mismo.
La autenticidad es un acto de valentía, ser uno mismo en un mundo que constantemente nos dice cómo deberíamos ser es un desafío, pero necesario si queremos vivir una vida plena y significativa. Abrazar y aceptar nuestras imperfecciones, nuestras vulnerabilidades, nos hace más humanos y paradójicamente, nos acerca más a los demás.
¿Podemos realmente ser libres de máscaras? Quizás no completamente, aunque podemos hacer el trabajo consciente de ser más auténticos, de conectar con nuestro verdadero Yo. Y presentarlo al mundo, tal vez empezando por pequeñas dosis, porque al final del día, no se trata de encajar en un estereotipo, sino de ser realmente fieles a quienes somos en realidad.